Alasestatuas (2005)

Ciertos eventos que suceden en el cosmos, suceden también en la tierra como el día en que Aniceto encontró a Mario, o Mario encontró a Aniceto, nunca se supo; pero a partir de esa borrosa madrugada estos dos individuos se prepararon y trabajaron con sus manos, sudaron con su frente el pan que llenaba sus estómagos mas no así sus almas. Sobre este cuadro un poco desalentador, vacío ya de pasado, vacío ya de presente, Aniceto con las ideas y Mario con el empeño desmenuzan los enigmáticos misterios de la palabra trascender asuntos de lo que les compromete por el resto de sus vidas, y con suerte por el resto de los días .

1 comentarios:

juan marcelo castro melgar dijo...

Crítica de “Alasestatuas”

El trabajo del grupo La Cueva tiene un lugar ganado entre lo mejor del teatro boliviano actual. Lo consigue tanto por su calidad como por su diferencia. La Cueva no se parece a Mondacca ni a Brie ni a Calla. La paradójica originalidad de Enrique Gorena y Darío Torres consiste en revivir impecablemente las estrategias de los antiguos actores trashumantes capaces de hacer el mejor teatro en cualquier lugar y con muy poco, en una plaza o en un mercado, en un tablado improvisado o en una sala teatral, llevando a su máxima potencia la fórmula madre de la teatralidad: la economía del cuerpo instalando convención que estimula la imaginación. Teatro de valija, que se lleva en el cuerpo de los actores y que remite a los secretos ancestrales del que Peter Brook llamó “teatro tosco”, ese teatro que mezcla estilos, y cruza procedimientos, que no reivindica ninguna homogeneidad manierista y que es pura potencia. Teatro hecho desde la raíz misma del teatro, teatro primordial, y por ello mismo muy cercano a la idea de un teatro popular. Teatro de comicidad pura y de profunda seriedad. La Cueva pone estas herramientas al servicio de una historia que integra al menos dos esferas existenciales comprometedoras para cualquier espectador: la misteriosa fuerza de la amistad y la necesidad de hacer algo con nuestras vidas, de encontrar o construir sentido. Sobresale su precisión narrativa, cuentan mucho, realizan grandes recorridos con recursos mínimos. Extraen elocuencia dramática de los objetos simples: una regadera alcanza para narrar la tormenta; un marco de ventana para imaginar la casa; de un pequeño baúl de carpintero salen objetos inesperados. Logran una comunicación inmediata con el público, que pone a funcionar en pleno su imaginación. Gorena y Torres componen una poética de la sencillez con un efecto complejo y significativo. En esta difícil sencillez, de laboriosa concepción, vale todo lo descartado para acceder a lo esencial indispensable. “Alaestatuas“ involucra a grandes y chicos. Disfruta el niño en su universo simbólico y el adulto en el suyo. Pura multiplicidad de registros y afectaciones, de los códigos cotidianos más simples al suicidio, la alucinación y la trascendencia. La última escena, en la que los personajes devienen estatuas, habla conmovedoramente no de la consagración pública y sino de la pérdida, de la rigidez que nos amenaza día a día y de la muerte. Nueva vuelta de tuerca multiplicadora. En la poética de La Cueva acaso pueda leerse que las raíces populares del teatro siguen intactas.

Jorge Dubatti y Nora Lía Sormani (Argentina)